Renacer
La muerte de lo que fuimos.
Existe algo nostálgico en el cambio: ese momento en el que sabes que ya no eres la persona que solías ser, pero tampoco eres todavía quien estás destinado a convertirte. Ese momento es confuso porque, sinceramente, ¿cómo puedes explicar quién eres, si al único que conoces es a quien solías ser?
Lo que se fue ya no existe, y sin embargo, lo nuevo aún no tiene forma.
Carl Jung hablaba de este momento como algo inevitable en la vida de todo ser humano. Lo llamaba la individuación, este proceso implicaba dejar morir todas las versiones que habíamos creado para el mundo y atrevernos a descubrir quién éramos en lo más profundo de nuestro ser. Sin embargo, Jung explicaba que este proceso no puede ocurrir sin una crisis, porque sencillamente no puedes convertirte en una nueva versión de ti mismo, si no estás dispuesto a dejar atrás —incluso con dolor— a quien ya no eres.
Esta muerte simbólica no solo es necesaria: es sagrada. Y ocurre muchas veces a lo largo de la vida.
A lo largo de nuestra vida morimos muchas veces. Morimos cada vez que tomamos la decisión de crecer: cuando dejamos una ciudad, una relación, una identidad, un trabajo o un sueño que ya no nos resuena. Morimos cuando decidimos conscientemente dejar atrás quien ya no somos para convertirnos en quien queremos ser. Morimos cuando estamos listos para avanzar. Morimos cuando reconocemos que podemos ser mejores.
La muerte simbólica de lo que éramos no es algo negativo, al contrario: es algo sumamente poderoso. Pero debemos darle un propósito.
La incertidumbre, el miedo al futuro y esa mezcla entre vacío y posibilidad son señales de que estamos cambiando. Y eso, es justamente lo que queremos. Porque quedarnos en el mismo lugar para siempre es una falta de respeto a nuestro potencial, a nuestro aprendizaje y a nuestra vida.
Aceptar los cambios con ecuanimidad, gratitud, y estar dispuestos a soltar lo que ya no podemos cargar, forma parte de nuestra evolución como seres humanos.
La verdadera pregunta y la única que vale la pena responder es:
¿Estás dispuesto a dejar atrás a quien solías ser, para convertirte en quien estás destinado a ser?
La Piedad de Miguel Ángel, Capilla de San Pedro, Roma 2025.
La crisis de volver a empezar
Volver a empezar nunca es fácil.
Quizás el cambio no era algo que querías, quizás la vida te empujó a ello, o puede ser que tengas años intentando cambiar pero aún no lo hayas logrado. Sea cual sea el caso, empezar una transformación jamás es fácil. Decir adiós a todo aquello que una vez amamos o nos funcionó, es algo extremadamente difícil. Pero no tendría por qué ser fácil.
La dificultad es un privilegio.
Es una bendición sentir la crisis y saber que algo ya no está funcionando. Es una bendición sentir miedo. Es una bendición saber que tenemos la oportunidad de crecer, incluso en medio de la duda y la incertidumbre.
El dolor, la confusión o el hartazgo no son algo malo. Son una señal que la vida nos da para avisarnos que algo debe cambiar.
Renacer.
Hablar de renacer no es hablar de un solo evento, no es algo que pasa por golpe de suerte o llega como una revelación. Renacer conlleva trabajo. Es una decisión diaria de dejar morir a quien eras. Es elegir el trabajo, la dificultad, la disciplina y la virtud. Es sentarte con el miedo y la duda y hacerles frente. Es levantarte, sacudirte y empezar de cero si es necesario.
Renacer es escoger ser alguien que jamás habías sido. Es reconstruirte pedazo a pedazo. Es tener el valor de ser mejor que ayer. Es soltar las creencias que te limitan, y avanzar.
No es cómodo. No es fácil. Pero es necesario.
Para nuestros ancestros, los ritos de iniciación eran símbolos de transformación que jamás eran dejados al azar. En muchas culturas antiguas, el final de una etapa y el inicio de otra se representaban con ritos de pasaje. Pero no todos eran dignos de renacer. En África Occidental, a los niños al alcanzar cierta edad se les dejaba en la selva durante días y solo aquellos que se enfrentaban al miedo, al hambre y al peligro se volvían dignos de renacer y convertirse en adultos. De esta manera, solo alguien que estaba dispuesto a dejar su vieja versión atrás y enfrentar la adversidad podía demostrar que era capaz de sostener a la persona en la que estaba destinada a convertirse.
Para renacer, primero había que morir.
La creación de Adán, en la Capilla Sixtina, Roma 2025.
Nuestros ancestros comprendían algo que muchos de nosotros aún no hemos logrado entender: para seguir delante tenemos que dejar algo atrás. Nuestro ego, nuestra falta de responsabilidad, nuestra inmadurez y nuestra falta de compromiso. Y es que, el hombre es la única especie que no necesariamente madura con la edad, la madurez humana no es automática ni biológica, sino que es fruto del trabajo honesto, de la responsabilidad del yo y del esfuerzo consciente por siempre estar mejorando.
Hoy en día hemos perdido muchos de estos ritos. Pero la necesidad de renacer permanece.
Necesitamos renacer para no repetir los mismos errores de siempre. Necesitamos renacer para vivir con valor. Para vivir con propósito y con sentido de urgencia.
Y aunque a la gran mayoría de nosotros no se nos dejó en la selva, todos nos hemos enfrentado a momentos de duda y dificultad. Nos hemos enfrentado a la opción de quedarnos en nuestra zona de confort, a la opción de permanecer en el mismo lugar que sabemos, nos está limitando.
Es en este momento, en medio de la incertidumbre, el vacío y la confusión es donde debes tomar la decisión de crecer: cueste lo que cueste.
Cuando, incluso sintiendo miedo, te enfrentas a ti mismo y cambias. Cuando eliminas creencias limitantes. Cuando te responsabilizas y cambias. Solo así: renaces.
Cuando te vas, jamás vuelves.
Hay una verdad que es difícil de aceptar: cuando te vas, jamás vuelves. Y eso está bien. Pretender que podemos volver al pasado o que hay algo esperándonos ahí, es un error.
El futuro te espera y vivir en el pasado es traicionarte a ti mismo. No puedes volver a ser la persona que solías ser, no importa cuantas veces lo intentes. Y mientras más tiempo vivas en el pasado, menos tiempo tendrás para crecer, aprender y mejorar en tu presente.
Deja la culpa, la nostalgia y la tristeza de lado y acepta que en el pasado no hay nada para ti.
Incluso si encontraras la manera de regresar a aquello a lo que te estás aferrando: una persona, un lugar o un momento en tu vida, descubrirías que nada es igual a como lo recuerdas. El tiempo siempre sigue su camino, los lugares se llenan, las personas maduran, algunos se van, otros se quedan pero todos cambiamos. Y esto no es algo malo. Pero pretender que hay una versión donde todo sigue igual es engañarte.
La nostalgia suele mentirnos y el recuerdo siempre idealiza aquello que extrañamos. No pierdas el tiempo buscando entender cada detalle, solo acepta que ya no puedes ni debes de ser la misma persona. Afronta que es momento de ser mejor, decide crecer. Quemar un puente, no significa que no puedas construir uno nuevo, que te lleve a un mejor lugar.
Cuando una puerta se cierra solo signifca que hay nuevas esperando a ser abiertas. Ni has conocido a todas las personas que amarás ni te has enfrentado a los retos que más te harán crecer, entonces ¿por qué cargar con el pasado?
L’Âge Mûr en Musée Rodin, 2025.
La confianza de adónde voy.
Con miedo, con incertidumbre y con cualquier “limitante” debemos de seguir firmes en nuestro camino, avanzar y confiar en nuestro destino. Porque si tienes el valor de soltar, tendrás la fuerza para construir.
La muerte de lo que fuimos solo es el inicio de algo más grande que aún no alcanzamos a ver. Confía en tu trabajo, en la dirección y la intención que le pones a tu presente. Morir para renacer no significa estar perdido, sino que es entender que estás construyendo algo mejor. Pedazo a pedazo.
Y, aunque sientas miedo jamás debes perder la confianza. Porque aunque no siempre será posible saber exactamente adónde estás yendo, siempre será posible creer en ti y en tu trabajo. La claridad no viene de algo externo, viene desde dentro Y no, la confianza no significa tener todas las respuestas. Confiar es simplemente avanzar en medio de la incertidumbre, es comprender que el crecimiento viene sin garantías y que tu esfuerzo—día tras día— será quien dicte en quien te convertirás.
Quizás no tengas claro adónde vas, pero con esfuerzo, integridad e intención, todo va a estar bien.
Nos vemos pronto, abrazo.
-Sebastián S.